Cuentan que un rey,
soberbio y corrompido,
cerca del mar,
con su conciencia a solas,
sobre la playa
se quedó dormido;
y agregan que aquel mar
lanzó un rugido
y sepultó al infame
entre sus olas.
Hoy bien hacéis,
¡oh, déspotas del mundo!,
en estar con los ojos siempre
abiertos...
porque el pueblo es un mar,
y un mar profundo,
que piensa, que castiga
y que, iracundo, os puede devorar.
¡Vivid despiertos¡
JULIO FLOREZ
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